lunes, 12 de febrero de 2018

Ellas y ellos

Y viceversa

Que de todo hay y a veces está más que justificado. Enseguida volveré sobre este punto.

El sufrido lector habrá ya barruntado que el post va dedicado esta vez a entrar en la cansina polémica sobre el uso y el abuso de expresiones reiterativas y de inventos lingüísticos descabellados que tratan de conseguir, por tan insólito camino, la igualdad entre mujeres y hombres, así como de las peregrinas justificaciones que pretenden fundamentar el disparate.

Decía, apenas unas líneas arriba, que hay situaciones que justifican saltarse la regla general de utilizar ciertos plurales para englobar a hombres y mujeres en un sólo termino, y evitar con ello reiteraciones que alargan el relato y terminan por hacer perder el hilo. 

Ello es así cuando el discurso que sigue contiene elementos que no afectan por igual a unas y a otros. He aquí dos ejemplos triviales.

En 1955 se estrenó una película de J. Mankiewicz, interpretada por Marlon Brando, Jean Simons, Frank Sinatra y no recuerdo quién más en el cuarteto estelar, que se tituló “Ellos y ellas”. Un musical intrascendente, bastante flojo, por cierto, sin méritos suficientes para figurar en ninguna lista de películas notables. Sólo me interesa el título: "Ellos y ellas". 

Medio siglo más tarde, Bart Freundlich, rueda y estrena otra película con David Duchovny, Julianne Moore y Billy Crudup, hay también una segunda artista que completa el cuarteto, que titula “Ellas y ellos”, comedia dramática, también, mediocre, sobre las andanzas, venturas y desventuras de dos parejas neoyorkinas. De nuevo, aunque cambiando el orden, "Ellas y ellos" como géneros diferenciados.

No obstante, tanto en un caso como en el otro, el uso de la expresión “Ellas y ellos” o viceversa, está más que justificado, porque trata de enfatizar, de adelantar, de poner sobreaviso al espectador sobre algo que es la base de la trama: las mujeres y los hombres que protagonizan ambas historias, tienen comportamientos tan diferentes (de eso se trata) que es lógico diferenciarlos ya de entrada.

Sin embargo, casi nunca ocurre así.

¿Qué justificación puede tener, en cambio, la aburrida reiteración constante de expresiones que no menos de doce docenas de veces por mes oímos en los telediarios (“compañeros y compañeras”, “todos y todas” y no me alargo, porque en la mente de todos -sólo todos, incluidas mis lectoras- hay otra larga relación de ejemplos)?

Y mucho menos comprensible ¿Cuál es la base en la que se asienta la manía reciente de inventar términos absurdos, ridículos, que pretenden sacralizarse por obra y gracia de las intervenciones de ciertos líderes políticos?

Se me ocurren algunas reflexiones al respecto.

“Hay que dar visibilidad a las mujeres”
Quiero precisar que si lo que quiere decirse es que las mujeres deben ser más visibles, la expresión correcta no es “dar visibilidad” sino “hacer más visibles”. Dar visibilidad (consúltese el diccionario de la RAE, y no el manual de estilo de “Podemos”) es incrementar la capacidad visual. Por el contrario, conseguir que a Dª Pura o a Don Teodoro los vea más gente, es algo que se logra, como es natural, haciéndoles mas visibles a los ojos de los demás, no dándoles a ellos más capacidad de visión. 

No es que todo esto tenga demasiada importancia, pero, puestos a ser precisos, hagamos las cosas bien, aunque sepa de antemano que las recomendaciones de la RAE tienen el mismo valor para según quién, que las Sentencias del Tribunal Constitucional para Puigdemont y sus mariachis.

Y me pregunto ¿De qué depende que las mujeres sean más o menos visibles, de lo que hagan, de lo que digan, del salario que ganen, del puesto que ocupen, de su capacidad de acceso a los medios de comunicación, de su presencia en la vida real, en definitiva, o del tortuoso modo en el que un político hable de ellas?

Lo que de verdad importa es que se hable del autor del desmán
Cierta política inexperta inventa hace algunos años el término “miembra”. Es posible que sólo fuera un lapsus, aunque no hay que descartar que dijera lo que quería decir. Es igual. Regocijo general, chistes que van y vienen, etc., etc. ¿Qué hace su Partido? En vez de asumir que los errores son una constante del ser humano y tomarse el asunto a broma, monta sobre la marcha una defensa cerrada en toda línea del despropósito y saca a pasear una teoría socio-político-lingüística, justificativa de la pedrada al idioma. 

Años después, vuelve a haber otro error (o un atentado, ella sabrá) parecido, “Portavozas”, derivado de “voz”, femenino, y vuelve a repetirse el circo. Sesudos teóricos, gente que a veces da la impresión de tener más conocimientos que cultura, pretenden mantener abierta la polémica, porque eso “da visibilidad” a las mujeres, porque el lenguaje es la palanca que puede mover la realidad social y qué sé yo cuántas tonterías más.

¿No será que la verdadera finalidad  de la polémica es mantener en el candelero la marca política que la sustenta y hasta el irrelevante nombre de la autora de la fechoría? Y, de pronto, caigo en la cuenta que ahora mismo, este post, es otro ejemplo más de lo que digo: aquí estoy yo, argumentando contra quien hace esto o aquello, pero ¡ojo! hablando de quienes lo hacen.  

Cuando tengo la casi total seguridad de que mis lectores están de acuerdo en que es innecesario, por ejemplo, añadir "y lectoras", porque por muchas vueltas que le demos, lo diga como lo diga, ni vamos a resolver sus diferencias salariales, si las hubiere, ni hacerlas llegar al Consejo de Administración de la Empresa que las paga. Y eso, que es lo importante, no es un problema lingüístico

Ellas sí que hicieron visibles a las mujeres

Concha Espina, Emilia Pardo Bazán, Victoria Kent, Dolores Ibárruri, Clara Campoamor, María Zambrano, Federica Montseny, Concepción Arenal, Sor Juana Inés de la Cruz y, la que en mi opinión es la más grande de todas ellas, Teresa de Jesús, son mi personal  cabeza de honor de una lista, que podríamos hacer bastante más larga, de mujeres decisivas en la Historia de España, y en su particular parcela de la lucha por la igualdad de la mujer.

Militaron en campos muy diferentes, vivieron en momentos históricos alejados unos de otros, sostuvieron ideologías tan distintas que, han rayado en lo antagónico. 

Tienen, no obstante dos características en común: fueron figuras gigantescas que, sin discusión alguna, hicieron avanzar la causa de las mujeres y, en ningún caso, se vieron en la necesidad de retorcer, de torturar el lenguaje. 

Antes al contrario: ya hicieran Literatura, Ciencia o Política, sus obras, sus discursos son un ejemplo del correcto y hasta brillante uso del castellano.


Y a mí me parece…

 ¿Alguien tiene alguna duda de quién ha sido más importante en el interminable camino por la igualdad entre mujeres y hombres, cualquiera de las mujeres que cito en la lista, una sola, o Dª Viviana Aído, Dª Irene Montero y media docena de su preclaros defensores juntos?





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