domingo, 24 de diciembre de 2017

Que todo siga igual, para que todo cambie

Feliz Nochebuena

Disculpadme quienes decidáis perder vuestro tiempo en día tan señalado leyendo las ocurrencias de este pertinaz bloggero a propósito, cómo no, de lo que ocurre, ha ocurrido y está punto de ocurrir en el Nordeste de España (reparad en que eludo expresiones polémicas -Paíssos Catalans, República Catalana, Provincias catalanas- en aras de la paz y de la concordia, aunque maldito para lo que suele valer la citada concordia).

Vaya, pues, por delante mi sincera felicitación y mis mejores deseos para el año que se acerca para todos mis lectores estén o no de acuerdo con mis muchas veces discutibles reflexiones.

¿Seguro que he escrito bien el encabezamiento?

No, no me he equivocado. Es una tergiversación manipuladora e interesada de la archiconocida frase del Príncipe Tomasso di Lampedusa, autor de "El Gatopardo": "Que todo cambie, para que todo siga igual". 

Viene a cuento, o eso pretendo yo, porque estoy oyendo y leyendo una avalancha de opiniones a propósito de los resultados en las Elecciones Legislativas catalanas. El sentir mayoritario coincide en opinar que, terminado el recuento, "todo sigue igual". Por lo tanto, hay quien piensa que para ese viaje no se necesitaban alforjas, ya sea en el sentido de que la aplicación del Art. 155 de la Constitución ha sido inútil, o que ha sido demasiado tímido, o que el advenimiento de la República Catalana ya se ha producido, o está al caer.

Así que procuraré justificar lo escrito. 

Hay cosas, muchas, que siguen igual.

- El Ar. 155 sigue siendo de aplicación. En pasado porque ha influido en el modo de pensar  y actuar de muchos políticos, en presente, porque está Cataluña bajo su influjo en tanto se cumplan las previsiones legales consecuentes con los resultados electorales y, sobre todo, en futuro, porque todos sabemos ahora que, bajo ciertas premisas, el Gobierno de la Nación puede limitar los poderes, las facultades, el funcionamiento de las Instituciones catalanas tantas cuantas veces sea necesario sin que se hundan los cielos. El Art. 155 sigue formando parte del texto constitucional y ahora todos sabemos que puede utilizarse. En apariencia, todo sigue igual, pero no es así. Las certidumbres de que hablo, han cambiado para siempre el modo de hacer política en Cataluña.

- La división de Poderes sigue existiendo en España. Seguiremos quejándonos de la lentitud de la Justicia; seguiremos opinando alegremente sobre el acierto o desacierto de tal o cual Sentencia, pero los Tribunales, por cansino que sea su paso, seguirán a lo suyo y acabarán sentando en el banquillo a quienes hayan vulnerado las Leyes. Y lo harán al margen de los resultados electorales. Una veces llevarán a la cárcel a eximios políticos del PP, otras serán del PSOE, y, cuando les llegue e turno, serán políticos independentistas catalanes quienes se vean entre rejas. Como siempre. Pero esas evidencias ya están influyendo en el modo de hacer política del otro lado del Ebro.

- Los resultados globales del último proceso electoral parecen idénticos a los de la consulta anterior: mayoría de escaños favorables a la independencia si ése es el criterio de medición, y mayoría también, que no conviene olvidar, de electos con ideología de derechas, frente a la izquierda. ¡Y mayoría de votos populares favorables a mantener  Cataluña en España! Sin embargo, por primera vez en la Historia, una formación fundacionalmente españolista gana las elecciones en votos y en escaños. Así es que, a partir de ahora, los referentes derecha/izquierda y Unidad/Independencia han cambiado.

 Y otras muchas han cambiado.

No importa cuántas tonterías diarias produzca el ex-honorable Puigdemont, él sabe (si no lo sabe alguien debería acompañarle cuanto antes a alguna institución sanitaria dedicada al  tratamiento de afecciones mentales) que ni cuenta con el apoyo de Europa si le da por seguir huido de los Tribunales, ni puede eludir a la Justicia española si le da por volver. Así que sí, su realidad ha cambiado: Diga lo que diga, haga lo que haga, venga o se quede, está en trance de ser el primer caso de cargo electo que para tomar posesión de su cargo tiene que arriesgarse a ser encarcelado. Y eso no pasaba antes de las elecciones. ¿Decidirá mantenerse de por vida como Honorable vitalicio en el exilio?

El nacionalismo es un sentimiento. Perverso o heroico, eso depende de cada cual, pero sólo un sentimiento. Como tal es inmune a casi todos los razonamientos, luego es difícil que a corto plazo los últimos acontecimientos hubieran podido influir en él. No obstante, muchos de los dirigentes de Partidos secesionistas son, además, entes pensantes, capaces de extraer conclusiones. ¿Seguro que después de las elecciones, cuando de verdad llegue el momento de actuar, repetirán los disparates de octubre? ¿También ahora arriesgarán su libertad y su patrimonio?

¿Y si analizamos los resultados no por bloques, sino dentro de cada bloque? El PP, es decir, el Partido que gobierna España ¡ha pasado al grupo mixto! Como, por otra parte, el voto de derechas, incluso el voto "españolista" ha crecido en Cataluña, es más que evidente que la masa de votantes censura abiertamente el modo de hacer política del PP. Porque atribuir los resultado a la gestión personal de su candidato me parece una simpleza. Es, en mi opinión, un castigo a la ineficacia demostrada de años de políticas reactivas,  de la carencia de iniciativas que sean capaces de resolver problemas políticos con soluciones políticas, lo que ni de lejos es equivalente a someterse a la agenda del independentismo. ¿Las claves del éxito de Ciudadanos? Nuevo lenguaje, falta de lastre histórico, capacidad de esperanzar al votante. El voto pro unidad de España les ha otorgado el beneficio de la duda.

Ganadores, perdedores y los que dejaron pasar el tren.

Pierden los extremos, gana "el Centro". PP y los "cupaires" se estrellan contra el muro.  ¿Moderación del electorado, sometimiento al efecto del voto útil? ¿Errores manifiestos en planteamientos ambiguos o una mezcla de todo ello? 

En cuanto al PP, mi impresión es que es una censura sin paliativos a la falta de objetivos a largo plazo, a la cerrazón, al vasallaje de la comodidad de planteamientos manidos, a  que siempre han ido a remolque. Tengo la duda de si el castigo es catalán o es el principio del fin de un modo indolente de hacer política. Por una vez estoy de acuerdo con lo que dijo alguien de su cuerda, Aznar: "En política, las batallas que no se dan, son batallas perdidas"

La CUP, me parece a mí que ha caído en desgracia víctima de sus excesos, de sus flagrantes contradicciones, de su hippysmo político amparado por el bienestar familiar de sus mayores. Ser anarco marginal en los tiempos que corren no es políticamente rentable. Por otra parte, la CUP es una amalgama de gentes más de acuerdo en contra qué están que en los objetivos a conseguir. Como siempre ha ocurridoen los arrabales de la izquierda.

Y luego están los que, como suele decirse "ni chicha, ni limoná". Socialistas y "podecomuneros" se han quedado por el camino porque a lo peor no han entendido que ni se puede estar a bien con todo el mundo ni han captado que hay ocasiones en las que como dijo Celaya, "hay que tomar partido hasta mancharse".

El PSC ganó algo, pero tan poco, que les supo a pérdida. Una lástima, pero ¿qué esperaban? Pedir el indulto para los responsables de tanto desmán antes de ser juzgados debió de oler a muchos a cuerno quemado, así que entre sus votantes potenciales, unos se irían a votar a favor de los encarcelados y otros a los que los consideraban merecedores de estar donde están. El caso es que lo del indulto sonó a querer coser la herida sin sanearla antes, y eso es poner en peligro la vida del enfermo.

Lo mismo, en otro plano, que a los de "En Común Podemos". ¿No son "indepes" pero exigen un referéndum? Pues los que no quieren la independencia, votarán a los que la rechazan categóricamente, y los que quieren referéndum votarían a los que lo exigen para ser independientes. 

Lo de siempre: Quieres estar a bien con todos y acabas peleado hasta con tu sombre. O, como dice el Evangelio, "A los tibios, los vomitará Dios".

¿Y ahora?

Tranquilidad. Están por venir tiempos revueltos, es cierto, en los que parecerá que nada ha cambiado, pero no es así: NADA SERÁ YA IGUAL NUNCA.

Puigdemont puede hacer lo que quiera. Puede elegir entre venir a España, enfrentarse a sus responsabilidades y saldar sus cuentas o seguir haciendo el ridículo por Europa. Si elige lo segundo, comprobará qué pronto será un triste payaso sin oficio ni beneficio. Nunca será un héroe. De la tragedia a la farsa no hay más que un paso.

Cataluña tardará dos generaciones por lo menos en recuperar la cordialidad, pero si el Gobierno Central cambia de rumbo y los políticos catalanes empiezan a ocuparse de los problemas de sus ciudadanos, acabará por conseguirse. Será un camino largo, por eso es imprescindible empezar hoy mismo.

Es relativamente sencillo: eliminar las mentiras de la enseñanza y del discurso político, saldar las cuentas con la justicia quien las tenga y dedicarse todos a lo mismo.

De nosotros depende conseguirlo. Felices fiestas. Y buen 2018. 






jueves, 14 de diciembre de 2017

De Tribunales e indultos

La vida sigue igual
Vuelvo a España después de tres semanas en México. Veintiún días intentando explicar a mis muchos amigos mexicanos de la forma más sencilla posible qué estaba pasando en Cataluña y por qué algunas de las sencillas soluciones que sugerían había que descartarlas.

Vuelvo, pues, como digo, a España y, como cuando uno retoma la contemplación de un serial interminable, verifico que no hay nada más sencillo que seguir el hilo de lo que aconteció ayer por la tarde, saltándose los capítulos correspondientes a veinte días.

Todo sigue igual. No peor, quizás porque sea difícil de conseguir, pero tampoco mejor. Puigdemont en su refugio belga, mintiendo como de costumbre; políticos que juran que nunca volverán a hacerlo, y reinciden en cuanto llegan a la acera de enfrente de la cárcel; candidatos iracundos insultando a sus adversarios; Profesores equidistantes haciendo el juego a quienes aseguran que nunca serán sus aliados; líderes afines que se apuñalan cuando han sospechado que los únicos votos en disputa son los que logres arrebatarle a quienes tienes más próximos, a quienes deberían ser tus aliados naturales.

Y ocurrencias, muchas ocurrencias sólo entendibles en clave electoral.

El mantra de la judicialización
Gente que sabe lo que dice pero que no suele decir lo que sabe, reitera machacona, que la judicialización del problema catalán no ayudará a resolverlo.

Por supuesto que no, ni tiene por qué. El fondo de la cuestión es cultural, es social, es ideológico, es sentimental, es emotivo, es, por encima de todo político. Por tanto, sólo cambiando, interviniendo, si preciso fuere, las claves educacionales, los resortes de la comunicación, fortaleciendo el rigor en los debates académicos, confrontando planteamientos y soluciones políticas, podrá entreverse el principio del fin del problema. 

Si todo eso se lleva a cabo, tal vez dentro de dos generaciones haya soldado la fractura social, familiar, sentimental que cuatro décadas de miopía, tres de intereses bastardos y una de despropósitos políticos desde ambas riberas del Ebro nos han dejado encima del tapete. 

Porque no nos engañemos: ni siquiera los secesionistas habrían sido capaces ellos solos de llegar a donde han llegado, sin la miopía, la abulia, la falta de iniciativa  del Gobierno de la Nación. No sólo este último, por si alguien no sabe a qué atenerse.

No obstante, mientras tanto, algunas docenas de ciudadanos se han puesto libre, consciente y decididamente, fuera de la Ley. Gastaron dineros que eran de todos en fines declarados ilegales por los Tribunales, ignoraron cuantas decisiones judiciales les resultaron contrarias a sus intereses, infringieron normas de todo rango, desde el más modesto hasta el más alto nivel, la Constitución. 

Las Leyes que quebrantaron, no eran fruto del capricho de un sátrapa. No las había impuesto un dictador. Eran el bagaje afortunado de los primeros 40 años de democracia que disfrutaba España en toda su historia y estaban basados, al final, en una Constitución que en Cataluña se votó más que en ningún otro punto del país.

Por consiguiente, mientan lo que mientan sacamuelas maleducados, griten donde griten los manipuladores, en España, como en el resto de las pocas democracias que hay en el mundo, cuando se infringe la Ley, se termina ante los Tribunales. Sus sentencias gustarán a unos y molestarán a otros. No están pensadas para eso, ni para solventar los problemas que pueden estar debajo, encima o al lado de los comportamientos de los acusados.

Las Sentencias procuran, nada más y no es poco, restaurar le legalidad quebrada y aplicar las penas que las propias Leyes han previsto, para las conductas delictivas. Caiga quien caiga.

Eso, señores voceros y palmeros del secesionismo, no es judicializar el problema: es aplicar la Ley a los delincuentes. Delincuentes comunes, como comunes son la Leyes que han infringido, si así se prueba.

Y Luego oímos hablar de indultos generosos
Se va a juzgar a unos ciudadanos por delitos tremendos, sebelión, sedición, malversación, prevaricación, y antes de que comience el juicio ya se han oído algunas desafortunadas voces reclamando el perdón, el indulto ¿por qué no la amnistía? para los responsables de los desafueros legales cometidos.

Larga tradición tiene la prerrogativa regia del indulto. Milenaria. Por so es tan fácil descubrir cuándo procede pedirla y cuándo su sola mención levanta ronchas en la sensibilidad del común de la ciudadanía.

Se indulta cuando el condenado (el condenado, no el procesado) lo es en virtud de una Ley manifiestamente injusta, o cuando las circunstancias personales del reo hacen palpable la desproporción entre falta y castigo, o cuando el acusado lo fue ante Tribunales lacayos de dictadores que aplicaban en sus Tribunales Leyes autocráticas que castigaban la disidencia. Entonces, desaparecido el Tirano, derogadas sus Leyes, se excarcelaba a las víctimas de la tiranía. (Muchos de los que ahora trinan contra España no habían nacido cuando en su pueblo se castigaba hasta el pensamiento, pero ¿qué saben ellos? Han oído palabras altisonantes, insultantes y las aplican a diestro y siniestro)

¿Se dan en estos momentos circunstancias que justifiquen el indulto? ¿Los imputados han manifestado síntomas de arrepentimiento que permitan suponer un cambio de actitud a su vuelta a la sociedad? Desde luego que no. No lo digo yo, lo dicen los mismos implicados.

¿No será, al contrario, un incentivo para delinquir el que se olvide cuanto han hecho, los gravísimos daños causados, las infracciones intolerables de la legalidad?

En resumen:

- Respetemos los ámbitos de la política y los de la Justicia y dejemos que cada uno procure cumplir su papel de la mejor manera posible.

- Ni una palabra más sobre indultos o amnistías, mientras aún están en el aire los despropósitos de quienes hoy mismo, unos en la cárcel, otros huidos y los más delante de sus micrófonos siguen persistiendo en sus tesis, embaucando a masas fanatizadas.