viernes, 30 de diciembre de 2016

Se acaba el año (por fin)

Hace un año menos dos días.

En la mañana del 1 de enero del 2016, durante el Concierto de Año  Nuevo, mientras oía la consabida interpretación del vals de los vales, pensaba en las contradicciones del tiempo en el que se escribió el Danubio Azul, fin de una época pretendidamente amable que preludiaba las convulsiones de las dos grandes conflagraciones que diezmaron la juventud del mundo.

Pasé de ahí a tratar de imaginar qué nos esperaba en el año recién estrenado. España estaba en el primero de los períodos de incertidumbre que nos habían traído las elecciones de diciembre. En Estados Unidos Obama terminaba mandato y empezaba a barruntarse un período electoral convulso. Los británicos amenazaban con acudir a las urnas para decidir cuánto de europeos querían considerarse y para qué. El ventisquero de Oriente Medio era cualquier cosa menos comprensible. Los desgraciados que huían del hambre, la guerra y la muerte seguían muriendo a miles en el Mediterráneo. Venezuela languidecía bajo el mandato de un histrión. etc., etc.

Ahora, trescientos sesenta y tres días después tengo que confesar que mi pesimismo de aquella mañana se quedó a bastantes leguas de lo que este puñetero 2016 nos ha traído.

Un mundo terrible.

Tal parece que ha sido el año en el que no uno sino muchos fantasmas han recorrido el mundo y amenazan con adueñarse de él. Xenofobia, nacionalismo, racismo, intolerancia, fanatismo, violencia, guerra, hambre y muerte cercan a la razón, a los viejos valores cada vez más desacreditados, y dan la impresión de estar enseñoreando todos los ámbitos de nuestra existencia.

Europa se olvida de los millones de refugiados que lanzó al resto del mundo cuando éramos nosotros los que huíamos de la guerra y de la muerte. Tanto, que patrocina acuerdos miserables, tratando de exportar el problema de los refugiados pagando a terceros para que se hagan cargo de la solución. 

Todos sabemos que si los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad -los cinco grandes exportadores de armas- se lo propusieran, la mayoría de las guerras terminarían por consunción en cortos espacios de tiempo. Como sabemos que la emigración del hambre se cura invirtiendo en los territorios pobres. Pero preferimos teorizar sobre las monsergas de la globalización y trampas semejantes.

Se nos vende LA CRISIS como la gran responsable, pero se se pasa de puntilla sobre los causantes de la crisis que son, al mismo tiempo, sus grandes beneficiarios y los amos de los Gobiernos que legislan y decretan a su única conveniencia.

Sí, es cierto, la crisis es la responsable de que gobiernen demagogos sin escrúpulos de un signo y del contrario (Maduro y Trump son la cara y la cruz de una misma maldita moneda), como seguramente lo es de que tres máximos responsables seguidos del Fondo Monetario Internacional, hayan terminado por tener serios problemas con la justicia, por más que el propio organismo los disculpe y los arrope. Lógico, si se tiene en cuenta cuál es le verdadero papel de tan oscura institución y quién la financia.

Hoy es sencillo teorizar sobre las causas profundas del triunfo de un sujeto como Donald Trump. Poco podíamos hacer gentes como los lectores de este blog o quien lo escribe, pero ¿qué hicieron para evitarlo los que siempre se ha dicho que mandan en los Estados Unidos de Norteamérica? ¿Seguro que están desolados? Al fin y al cabo se les viene encima un Gobierno formado por empresarios multimillonarios de inequívoca ideología. ¿No es la mas genuina representación del sueño americano?

Y, sí, supongo que también la crisis es la responsable del ¿inesperado? resultado del referéndum británico, o del italiano, o del auge de los partidos que hasta hace poco tiempo eran extraparlamentarios.

2016 ha visto, por otra parte, cómo mientras el Estado Islámico perdía día a día partes crecientes del territorio bajo su dominio, mantenía intacta su capacidad de aterrorizar a una sociedad occidental vulnerable ante un nuevo modo de hacer la guerra: el terrorismo a cargo de semejantes nuestros  (¡Sí, semejantes nuestros!) capaces de hacerse saltar por los aires si con ello se llevaban por delante a unas docenas de infieles. Como hace mil años.

En cuanto a España...

Tenemos nuestra propia versión del desbarajuste y la sinrazón. Nuestra insultadísima clase política (¿alguien ha caído en la cuenta que son compatriotas que están ahí porque los hemos elegido nosotros y porque otros miles de ciudadanos mejor preparados prefieren criticar a ocuparse de solventar los problemas que tanto dicen preocuparles?) ha dado media docena de pasos más en el camino del descrédito.

El Partido Socialista, por poco que les guste a muchos, es una de las piezas clave en el equilibrio de nuestro sistema político. Se diría que en estos últimos meses es el propio Partido quien lo ha olvidado, y el día que no se pega un tiro en el pie amenaza con saltar por la ventana. Durante buena parte de este año nefasto estuvo en manos de alguien mejor dotado para frases redondas ("No es no") que para la verdadera acción política. Lo hizo tan rematadamente mal, que dio origen a una conjura palaciega de muy mal estilo y acabó como el Gallo de Morón. El Partido ha perdido dos Elecciones seguidas con sangrías crecientes  de votos y bastante tiene con lograr tiempo para recomponerse. Por fortuna, el mayor riesgo, acabar fagocitado por Podemos, se ha podido evitar.

En cuanto a estos últimos, han entrado en una fase digna de estudio. Los Profesores que lo dirigen han caído en uno de los grandes vicios de la izquierda: las luchas intestinas por el Poder tiempo antes de hacerse con él. Su máximo dirigente, el que unos días era antisistema y otros socialdemócrata, ha tomado la bandera de "los parias de la tierra" y parece estar dispuesto a prescindir de la clase media (o decidido a suprimirla, que eso no está del todo claro) 

Allá él, pero supongo que un politólogo acreditado como se dice que es, sabe que en una sociedad como la española, o cualquiera otra europea, si se prescinde de la clase media, sólo se llega al poder a través de la Revolución (sí, con mayúscula), o sea que no se llega.

Su segundo en el mando habla de transversalidad. Se ve que el viejo término, "interclasismo" le da grima. Lo que dice parece más lógico, pero lo cierto es que manda menos que su jefe, o sea que igual acaba pronto en el PSOE, del mismo modo que un tal Jorge Verstringe, de salto en salto ha terminado a la vera del Sr. Iglesias. ¡Ah si Don Manuel Fraga levantara la cabeza!

Sin embargo, hay ciertas banderas, la creciente brecha entre ricos y pobres, la falta de contundencia con los innumerables casos de corrupción, que nadie parece dispuesto a discutirles, lo que deja el camino libre para la demagogia.

¿Ciudadanos? Ahora que la necesidad obliga al PP a hablar y acordar cosas con el PSOE es posible que se le vaya acortando el recorrido. Empezó como adalid del constitucionalismo en Cataluña y martillo en materia de corrupción, dos grandes banderas, por otra parte, pero o se replantea su andadura o no habría que descartar que su final se pareciera al de aquél Partido, ¿cómo se llamaba? que lideraba una tal Rosa Díez

El Presidente, mientras tanto, parece feliz y bienaventurado al verificar que su tendencia a esperar que el paso del tiempo resuelva los problemas está dando algunos resultados. 

Creo que es un espejismo. Rajoy está obligado a pactar, lo hará y no tiene por qué pensarse que lo hará mal del todo ahora que ya no tiene mayorías confortables que le sirvan de colchón. 

Preferirá al PSOE como interlocutor, porque Ciudadanos como no se va a aliar con Podemos acabará sumándose a los pactos, y porque Iglesias jamás firmará nada, aunque se trate, como ya ha pasado, de mejorar las perspectivas de los necesitados en materia energética. Cualquier cosa a que le tomen por uno más de "la casta". ¿Firmar? Mejor encabezar una manifestación para clamar contra lo que acabarán consiguiendo otros.

Hay, no obstante, algunos puntos en los que el paso del tiempo no sólo no van a ayudar al Presidente sino que puede hacer insolubles problemas que están ahí desde hace demasiado tiempo. La reforma constitucional, por ejemplo, o la de la Administración de la Justicia, o la de la Seguridad Social. Un inciso: a un pensionista con pensión máxima, le subirán sus ingresos 5 € al mes, a uno con pensión mínima, menos de 1'5 €. Ésa es la versión Popular del mantenimiento de las pensiones.

Y, sobre todos estos puntos, lo que no va arreglar la abulia es el problema del secesionismo catalán. No hay más que ver cualquier cadena de TV o leer cualquier periódico para comprobar que la dinámica actual sólo ha servido para convencer a la patulea de formaciones separatistas de que desconocer la legalidad sale gratis.

¿Les felicito o no el Año Nuevo?

Pues claro que sí, siempre que entiendan que no es más que la suma de una costumbre inveterada y mi tendencia, pese a todo, al optimismo. Pero, por favor, no se hagan demasiadas ilusiones.

Tal vez podría atreverme a pedir a mis lectores que cada uno de nosotros se comprometiera consigo mismo a que a lo largo de 2017 tomara un par de decisiones o tres, sencillas, nada espectaculares, que fueran en la dirección correcta (rechazar pagar un trabajo casero si no lleva IVA, mandar una queja por escrito a la Junta de Distrito, tomar alguna medida de ahorro energético, cosas así)

Porque ni podemos echar a Trump ni a Maduro, ni está en nuestra mano acabar con el terrorismo, ni seremos capaces de conseguir, siquiera, que sienten, de una vez al clan PUJOL al completo en el banquillo de los acusados.

ASÍ ES QUE, AMIGOS MÍOS, ¡¡FELIZ 201711!!

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Intolerancia e Inquisición

La maldición que no cesa

En muy corto espacio de tiempo detecto hasta tres casos que demuestran el grado de intolerancia y dogmatismo que está empapando cada día más esta sociedad en la que vivimos.

Cuando uno podría creer que la conquista de libertades básicas, pensamiento, expresión, creación estaban consolidadas ciertas reacciones a propósito de "La Reina de España", "!898" y "Lo que escondían sus ojos" me demuestran el precario arraigo que estos conceptos tienen en según quién.

"La Reina de España"
Fernando Trueba, Director madrileño de "Belle epoque", "Two Much", "La niña de tus ojos" y bastantes películas más ha hecho, al parecer, unas declaraciones según las cuales podría decirse que no se sentía español.

Estas manifestaciones han servido para que desde ciertos medios se haya orquestado una campaña de boicot contra su última película, "La Reina de España", y esto es lo que no termino de entender.

Siempre he creído que la única forma de afrontar el arte es distanciar la obra de su autor, admirar la creación por sí misma, si es que es digna de ello, y dejar al autor en un segundo plano.

¿Deberíamos dejar de escuchar las óperas de Wagnar porque su autor fuera un evidente precursor del horror nazi? ¿Tendríamos que quemar el Guernica y los "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" por las ideologías de Picasso y de Pablo Neruda? 

Pero hay algo mucho más profundo que esas evidentes disfunciones entre autores y obras: el derecho inalienable de cada uno de nosotros a decir lo que pensamos sin que nadie nos penalice por ello.

Yo me siento español aunque a veces me pregunte qué es exactamente eso. Fernando Trueba dice que él no. Allá él. No sé si se sentirá monegasco, mozambiqueño o ciudadano del mundo pero no deja de ser curioso que quien así se expresa sepa reflejar con tanto acierto el modo de ser español. 

La cuestión es en qué afecta a su profesión de cineasta su sentimiento o falta de sentimiento de españolidad y, sobre todo, si hay razones para pedirle cuentas por ello. El fondo del problema es si estamos dispuestos o no a admitir que haya quien no piense o sienta como nosotros y además tenga la osadía de decirlo.

"1898"
Salvador Calvo acaba de estrenar una reedición de la gesta de aquellos soldados españoles que continuaron la lucha en una aldea perdida de Filipinas casi un año después de que la metrópoli hubiera firmado la paz con los rebeldes y, de paso, dejar a los Estados Unidos como potencia sucesora en el archipiélago.

También en este caso he oído a un encendido contribuyente despotricando en las redes sociales contra la supuesta falta de patriotismo del cineasta y de su película que, en su opinión, no sólo no glorifica a España, su Ejército y sus soldados, sino que pone en duda nuestra misión imperial.

Parece que una de las frases que escandalizan es la que alguien dice en el film: "No hemos venido a morir por España, sino por imbéciles" (o algo así, que no pretendo citar literalmente)

No he visto la película y no creo que lo haga en los próximos días. Recuerdo, en cambio, la entrañable "Los últimos de Filipinas" y su memorable banda sonora (Nani Fenández cantando "Yo te diré") pero dando por supuesto que ni en el fondo ni en la forma coincide con su nueva versión, habrá que admitir que se trata de dos versiones de los mismos hechos y que más que probablemente ninguna de las dos refleja exactamente qué fue aquél infierno.

Hay algunos datos que podrían justificar la frasecita, como que, por ejemplo, en aquella época y hasta bastantes años después, iba a filas y, llegado el caso, a defender España en la otra esquina del mundo, sólo quien carecía de medios para pagar la cantidad de dinero que le exoneraba de cumplir el servicio militar. O sea que los intereses coloniales de España de los que se beneficiaban quienes tenían dinero, los defendían los pobres. Tal vez alguno de esos pobres que no fuera tonto del todo cayó en la cuenta y dijo algo parecido a lo que molestó a los críticos de "1898".

Y tampoco es eso lo preocupante. Lo que me alarma es que también en este caso haya quienes piensen que debe establecerse un filtro para que sólo pueda verse en las pantallas lo que coincida con su versión de la Historia.

"Lo que escondían sus ojos"
Por lo que voy a comentar a renglón seguido, es una evidencia que la intolerancia y el ánimo censor no son patrimonio de ninguna ideología sino la consecuencia de un profundo desarreglo en el modo de entender la convivencia, piense lo que piense y milite donde milite el inquisidor.

Como se sabe la serie, que ya va por tres de las cuatro entregas, narra más mal que bien los amoríos entre Ramón Serrano Súñer y Sonsoles de Icaza, Marquesa de Llanzol. Desde mi punto de vista la serie pasa de puntillas no ya por los avatares políticos nacionales e internacionales de aquellos años esenciales para la Humanidad, sino, incluso sobre el ser profundo de los protagonistas y sus relaciones. Cosas que pasan: unas veces  se acierta y otras no.

El caso, el sorprendente caso es que también ha habido quien haya pretendido que la Cadena de Televisión, una cadena privada, por cierto, suspenda inmediatamente la emisión de la serie ¡porque refleja la vida y milagros de un Ministro de Franco, fascista de pura cepa!

O sea: Si Franco y su gente no nos gustan, no se puede rodar una serie sobre ellos. Hay que borrarlos de la Historia, ("Heine fue judío, Heine no existió", que dicen que dijo Goebles, o, si lo prefieren, Stalin muere, su política se revisa y desaparece su nombre de los manuales de Historia y sus estatuas de toda la inmensa Unión Soviética) fuera, se acabó, no existieron. Y si hay que reescribr la Historia, se hace.

Y de nuevo el problema no es que hayan existido, que existieron, vaya que sí, algunos incluso llegamos a pensar que no morirían jamás, sino que haya quienes pretendan elaborar una Historia única a su gusto y modo de ver las cosas y que ésa sea la única verdad que pueda mostrarse.

Por lo que a mí respecta:

- Doy más importancia a la tolerancia que a la objetividad. Entre otras cosas porque ni aquellos a quienes critico, ni yo, somos objetos, sino sujetos, y, como tales, falibles. ¿Objetividad histórica? ¿Verdades históricas? ¿Con qué versión de España nos quedamos a la hora de sentirnos españoles, con la de Sánchez Albornoz o con la de Américo Castro? (dos exiliados, por cierto)

-  El Índice de Libros Prohibidos hace ya varias eternidades que dejó de aterrorizar a quienes escribían. La Inquisición es ya sólo un vestigio histórico. ¿Seguro que no hay quienes están dispuestos a reeditar el uno y la otra sin caer en la cuenta de que usan sus mismos argumentos?

-  Mucho me temo que si continuo repartiendo críticas a derecha e izquierda acabaré sin amigos. Bueno, es un riesgo que corro con tal de seguir escribiendo sin sujeción a modas ni a consignas.  



viernes, 2 de diciembre de 2016

¿Podrá Podemos?

Extrañas señales confunden los cielos.

Muere Rita Barberá, la... (iba a seguir, pero caigo en la cuenta de que es difícil adjetivar a la ex alcaldesa de Valencia so pena de tomar partido a su favor o en su contra) se propone un minuto de silencio en el Congreso de los Diputados y el grupo parlamentario de Podemos con el Profesor Iglesias al frente abandona el hemiciclo.

Primera sesión de control parlamentario al Gobierno. El politólogo líder de Podemos interpela al Presidente del Gobierno para preguntarle fruslerías (¿cuántas iniciativas parlamentarias procedentes de grupos que no sean PP piensa aceptar o quién manda en España, el Parlamento o la Srª Merkel?)

Declaración urbi et orbe del Secretario General de Podemos declarando que PSOE, PP y Ciudadanos son una y la misma cosa.

El Sr. Iglesias (espero que no le moleste que le llame "Señor", con su peueñoburguesa resonancia, pero uno sigue fiel a las viejas formas de cortesía incluso con quien no se las aplica a los demás) declara la filiación burguesa del concepto de clase media y apela a la rabia, la revancha, el odio y el orgullo de clase para conquistar el Paraíso.

¿Qué está pasando en las filas de la abigarrada formación de los cien nombres?

No debemos confundir los síntomas con el diagnóstico

Muchos de estos exabruptos no van dirigidos a los aparentes destinatarios, sino que son meros gestos de consumo interno. El Profesor Iglesias sabe muy bien, por ejemplo, que su "espantá" del Congreso ante la muerte de una investigada cuya desaparición hará imposible llegar a saber si fue o no culpable o no de corrupción, es una desmesura, pero como él dijo, tiene calado entre sus seguidores. De eso se trata.

Creo que el Sr. Rajoy ha dado con la tecla para contestar un tipo de preguntas retóricas que vamos a oír con frecuencia en el futuro: nada de rasgarse las vestiduras, ni ofenderse, ni argumentar sobre lo obvio. Es más eficaz la ironía y el humor, porque, otra vez, el destinatario de las preguntas que he comentado no era el Gobierno, sino "la calle".

¿Puede alguien pensar que todo un politólogo acreditado puede pensar que PSOE, Ciudadanos y PP son lo mismo? Pase que lo piense alguien sin fundamentos teóricos, pero mantenerlo en público aparentemente pone esa afirmación en línea con quienes, desde la derecha no saben, no quieren o no pueden distinguir entre socialdemocracia y marxismo leninismo, entre PSOE y, ahora, Podemos. 

¿Entonces? Por una parte se trata de desacreditar al PSOE ante la masa de eventuales votantes indecisos entre opciones de izquierda ("Izquierda sólo hay una y somos nosotros, lo demás es fascismo", parece ser el mensaje). Por otra, es un intento de atribuirse en exclusiva el papel de "Opositor Mayor del Reino", pese a lo que digan los números parlamentarios.

Y en cuanto a la ubicación de la clase media en el espectro sociopolítico occidental, el Sr. Iglesias tiene razón desde el punto de vista del marxismo ortodoxo: o se es clase obrera o se es burguesía, lo que no quiere decir más que desde ese punto de vista la clase media no existe, y que es la conciencia social de cada uno de sus supuestos componentes la que decide con cuál de los bandos o clases está, al margen de cuáles sean sus ingresos. ¿O alguien olvida que si se aceptara el concepto de esa denostada clase social artificial, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Monedero, Bescansa, Echenique, serían eximios arquetipos de ella? 

Todo el poder para los Soviets

Un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo. Primero, despejar el panorama interno, después el resto, que tiempo habrá e cambiar los mensajes como tantas veces se ha hecho en los pasados meses.

Pablo Iglesias no quiere competencias internas en el terreno teórico ni el organizativo ni en el estratégico. Él no quiere un Partido transversal, interclasista se llamaba antes, sino una maquinaria engrasada puesta a su servicio. Por eso abomina del PSOE, de las clases medias y de las cortesías parlamentarias. Por el momento.

En el actual panorama de su organización (insisto: actual) es más rentable ser politicamente incorrecto, apoyarse en la marginalidad, primar las redes sociales frente a la prensa, desacreditar la moderación, apelar a las bajas pasiones (odio, revancha, orgullo de clase) que buscar acuerdos de amplio espectro que amplíen la base social del Partido.

Todo el poder para los Soviets y después... dependerá de lo que la realidad que se encuentre delante aconseje. Quien es antisistema por la mañana y se proclama el único socialdemócrata por la tarde, no se parará en barras si tiene que demostrar por qué es imprescindible cambiar los principios, ("Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros", ¿recuerdan a Groucho Marx?) variar la estrategia y lo que haga falta.

Lo que esconden las palabras

El clan de los Profesores sabe muy bien que, descartada la Revolución como medio para alcanzar el poder en Europa, sólo el peso electoral de la denostada clase media da y quita el Gobierno. La clase media no es sólo un invento de los teóricos de la derecha, es, además y sobre todo, una manera de estar en el mundo aunque desde la izquierda radical se la perciba como una especie de colchón preventivo inventado por la burguesía para protegerse del asalto de la clase obrera.

Por eso, doy por supuesto que, alcanzados los dos grandes objetivos inmediatos, el control absoluto de la organización y el desmantelamiento del PSOE, Podemos variaría el punto de mira de sus baterías y empezaría el halago descarado de esa franja de la población que es quien al final decide quién va a mandar en La Moncloa.

No es mi intención que este análisis tranquilice a nadie. No olvido la obsesión del profesor Iglesias por el control de la prensa tradicional; no dejo caer en saco roto su pericia en el manejo de las redes sociales donde las mentiras, las medias verdades y la manipulación, en suma, son la regla; no puedo dejar de lado por dónde se están manifestando a diario las simpatías de Podemos, independentistas, antisistemas, regímenes dictatoriales.

No olvido nada de eso ni, como digo, quiero tranquilizar a nadie. Podemos es nuestra peculiar versión del populismo que amenaza al mundo occidental y se nutre de las mismas fuentes: descontento popular justificado por la inepcia de los Partidos clásicos, y manejo desvergonzado de la mentira, la doble moral, y la tergiversación como armas cuotidianas de enardecimiento popular. Peligroso cóctel, desde luego, que, como mínimo, nos complicaría la vida.

Qué hacer

- Seguir con atención los acontecimientos. no es el tiempo del desencanto sino el de la vuelta a las obligaciones ciudadanas de quienes crean que el futuro no es inevitable.

- Examinar cuál es el margen de acción de cada uno, siempre se puede hacer algo que vaya más allá de la queja de sobremesa, y ser consecuente con nuestra manera de pensar.

- Por lo que a mí respecta, agradezco al Sr. Iglesias sus últimos exabruptos porque han ayudado a dejarle un poco más al descubierto. Ni siquiera digo que no tenga derecho a hacer lo que hace, pero prefiero saber a ser crédulo.

jueves, 24 de noviembre de 2016

No es fácil ser demócrata

No, no lo es.

Desde luego, no basta con decirlo. Hay que ser consecuente, especialmente cuando las circunstancias invitan a dejarse guiar por prejuicios o por los propios intereses.

No basta con votar de vez en cuando, cuando nos convocan, salvo que ese día nos apetezca otra cosa.

Hay que asumir, por ejemplo, que los que no piensan como tú, quizás busquen también el bien común aunque crean que el modo de conseguirlo difiere del tuyo.

Y hay que aplicar los mismos principios básicos en todas las ocasiones, no sólo cuando nos favorece su aplicación.

Uno de esos principios fundamentales es de la presunción de inocencia, aplicable en absolutamente todos los casos, aunque la marea de los medios de comunicación hayan extendido condenas a troche y moche y quienes tienes a tu alrededor hayan sentenciado culpabilidades antes de los correspondientes juicios.  En todos los casos. Sin excepciones para acusados de violadores o de corruptos. Así de exigente.

¿Era, pues, culpable Rita Barberá?

Éste es un buen test para detectar demócratas. No lo sabremos ni ahora ni nunca, porque ni ha sido juzgada, ni podrá serlo ya. Por lo tanto, aunque el personaje no goce de tus simpatías, como es mi caso, aunque te lamentes de la insoportable lentitud de la justicia española que debió de haber despejado ésta y cuatro docenas de dudas más hace tiempo, también es aplicable a la difunta Senadora el principio de presunción de inocencia.

Éste es el momento de ser consecuente y, si a mano viene, demostrar que la educación no es patrimonio de la derecha ni de la izquierda, sino una manera de estar en sociedad para hacer la vida más llevadera.

Visto lo visto, me atrevo a decir que alrededor de la muerte de la ex alcaldesa de Valencia se han desarrollado episodios que van más allá de la mala educación: entran en el territorio de la indecencia.

Indecencias hay muchas

Es indecente aprovechar unas circunstancias como las que han rodeado la muerte de Rita Barberá para montar el enésimo numerito circense en el Parlamento y perseguir titulares de prensa por la innoble vía de agraviar a quien ya no está en este mundo. Lanzada a moro muerto, que dirían nuestros clásicos.

Y es también indecente rasgarse ahora las vestiduras, acusar a los demás de haber linchado a la ex senadora popular, si has estado entre quienes la forzaron a abandonar el Partido y la apartaron como una apestada y la negaron públicamente después de haberla adulado durante decenios. Que quede claro: lo indecente no es la expulsión anterior, sino la hipócrita condolencia actual.

No es más que mi personal opinión pero para mí, que ni quienes siguieron la consigna del Politólogo Mayor del Reino, ni quienes se rasgaron las vestiduras desde la bancada popular han estado a la altura de las circunstancias.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Un comportamiento ejemplar

La gira de Mr. Obama

Debo admitir que soy uno de tantos europeos que con excesiva y no siempre bien fundamentada frecuencia tienden a ridiculizar a los norteamericanos. Tópicos, clichés, ideas preconcebidas desde un petulante eurocentrismo, me llevan en más de una ocasión a simplificar el comportamiento no tanto de los ciudadanos estadounidenses, sino de sus gobernantes.

Quizás sólo sea el recurso a la resistencia mental del súbdito provinciano frente al Imperio. A veces me gusta pensar que los griegos debieron sentirse y pensar así frente a Roma, tan inculta, tan elemental a sus ojos, como incomprensibles eran ellos para los romanos.

Y, sin embargo, hay ocasiones en las que deberíamos tomar ejemplo de cómo se hacen según qué cosas del otro lado del Atlántico.

Acaba de terminar la más dura, desagradable, sucia, obscena campaña electoral que recuerdan las crónicas periodísticas. Trump y Hilary Clinton no han ahorrado esfuerzos, argumentos, trampas, zancadillas, amenazas o mentiras para derrotar a su adversario.

Cada uno ha llamado a su lado a quien fuera capaz no ya de aportarle un voto, que también, sino sobre todo de restarle credibilidad, apoyos al contrincante.

Terminó la campaña, el pueblo votó y la aplicación del peculiar sistema electoral norteamericano ha dado vencedor a Trump. Hoy no es el día de escribir mis lamentaciones porque el elegido jamás hubiera tenido mi voto (entre otras cosas porque nadie me ha dado la oportunidad de emitirlo, aunque sean unas elecciones más importantes para mí que, tal vez, las autonómicas del lugar donde vivo). Quizás otro día me ponga a ello.

Lo que quiero destacar es la actitud del todavía Presidente de los Estados Unidos, Mr. Obama, que tanto, tan a fondo y con tan escasos resultados se implicó en la contienda.

¿Ha desacreditado al ganador? ¿Se ha unido al coro de plañideras que lloran ya por desgracias que aún no han ocurrido? ¿Está pronosticando le inminencia de la barbarie?

En absoluto: ha emprendido una gira mundial para tranquilizar a los líderes de potencias aliadas asegurando que los Estados Unidos de Norteamerica siguen y seguirán siendo el aliado fiable que han sido bajo su propio mandato.

Es decir, que el todavía Presidente y líder del Partido Demócrata derrotado en las urnas se ha apresurado a poner por delante de sus más que probables sentimientos y de los presumibles intereses de su Partido, el interés de su País.

Eso es lo que hay que recordar y, si es posible, imitar

Porque aún tengo fresco en la memoria el recuerdo de una gira equivalente, aunque el viaje fuera a la inversa, cruzando el Atlántico de acá hacia allá, de cierto ex Presidente español, contrariado porque las urnas no habían alojado en la Moncloa a su delfín, sino al líder opositor.

Nuestro ínclito ex Presidente cruzó el charco para denigrar al recién elegido Presidente de Gobierno, sin caer en la cuenta que era el legítimo ganador elegido por el pueblo y que cuanto barro se arrojara sobre él, caería sobre España.

Nada de extrañar, por otra parte, si algún tiempo después pudimos ver y oír las lindezas que el mismo ex personaje dedicaba a su sucesor porque, a su personalísimo juicio, no hacía las cosas al modo y manera como él le había enseñado.

¡Así nos va!

martes, 1 de noviembre de 2016

Visto y oído

Más de trescientos días después

Pasó, pues, el tiempo de la gran incertidumbre. El Sr. Rajoy jura su cargo ante un Rey distinto al que lo hizo la primera vez, cuando se presentó aupado por los más contundentes resultados electorales que ha conocido nuestra todavía inexperta democracia, y tal podría parecer que lo peor ha pasado ya.

No seré yo quien agüe la fiesta al confiado lector de mis reflexiones, pero tengo para mí que la incertidumbre ante los avatares de un escenario sin precedentes pueden aún complicarnos la vida en los próximos meses.

Nadie se alarme que no es mi intención, hoy al menos, ejercer de profeta. Ni sé, ni quiero aventurar qué nos espera, pero ello no ha de impedirme algún que otro comentario sobre lo que he visto y oído en las pantallas y he leído en los diarios a unos y a otros.

¿Qué Rajoy nos espera?

¿Se avendrá el Presidente a pactar con quien sea preciso? ¿Será capaz de consensuar con otros Partidos soluciones no exploradas a las grandes cuestiones pendientes? o, por el contrario, ¿se encastillará en sus ya viejas posiciones, más consignas que ideas, y exigirá adhesiones, apelando a los votos recibidos y a la responsabilidad de los demás, para mantener incólume su programa? Este es uno de  los dilemas de los que más se habla.

Desde mi punto de vista, el problema está mal planteado. No se trata de lo que el flamante Presidente quiera hacer, sino de lo que pueda hacer. Sus votos no le bastan para nada. La suma de los de Ciudadanos pueden aliviarle algo el panorama, pero sigue necesitando más apoyos para conseguir las mayorías suficientes para hacer cualquier cosa.

Por tanto, o él y sus más conspicuos palmeros cambian de pauta o tendremos nuevas elecciones a corto plazo. 

Sólo es mi opinión, pero me inclino por la primera de las alternativas. Lo que ocurre es que, de inmediato, se abre otra incógnita ¿Podrá hacerlo con la vieja guardia pretoriana que le ha acompañado estos cuatro años? El jueves sabremos qué ideas maneja el Sr. Rajoy para lo que se le avecina. ¿Ministros políticos o simples colaboradores leales?

Comentario aparte: ¿tanto tiempo necesita el Presidente para formar Gobierno? Cualquiera diría que todo esto ha pasado de la noche a la mañana y le ha pillado por sorpresa.

El odio subió a la palestra

No soy de los que se rasgan las vestiduras fácilmente (quizás porque las vestiduras tienen un coste y no es cosa de andar malbaratándolas por las barbaridades que digan dos o tres parlamentarios desde la tribuna de oradores).

Ni es nuestro Parlamento el único, ni será el último en el que  se oigan expresiones de grueso calibre, ni sus Señorías se dediquen lindezas como las escuchadas estos días. Es el lugar, nos guste o no, donde los elegidos por el pueblo pueden e incluso deben decir lo que mejor represente su modo de pensar. En cierto modo, es de agradecer que así sea, porque si el ciudadano está atento podrá descubrir qué esconde el cerebro de ciertos Diputados a los que no hay que tomar a broma. Luego, conviene recordar lo ocurrido cuando el mismo que hoy dijo negro, pida tu voto vestido de blanco.

No obstante, es sarcástico que el epígono de la banda responsable de casi mil muertes se permita acusar a nadie. O que el vocero del secesionismo se ensañe con quienes en buena parte son los responsables de que gentes como él puedan hacer uso de la palabra y decir cuanto se les antoje. Eso revela el tamaño de su desmemoria, el abuso de la impunidad parlamentaria y lo que se puede esperar de él y sus amigos en el supuesto de que tuvieran capacidad de decidir.


Dijeron mucho más de lo que creen

Me ha llamado extraordinariamente la atención, por lo que esconde, qué formación ha sido la diana favorita de los disparos de quienes más dislates dijeron desde la tribuna. Uno podría pensar que si de lo que se trataba era de investir o no al candidato del PP, este Partido debería haber sido el blanco de las iras de podemitas, secesionistas, soberanistas, y demás patulea opositora.

No ha sido así: uno tras otro -excepciones honrosas al margen, alguna de ls cuales luego comentaré- pugnaron por tirarse a la yugular del tambaleante PSOE. ¿Por qué? 

- Las razones ocultas de Podemos: 
La caída de Pedro Sánchez ha tirado por tierra el plan estratégico del Sanedrín de los Profesores, que no era otro que fagocitar al PSOE, erigirse en dueños totales de la oposición y organizar desde esa posición el asalto al Poder. Cada cosa a su tiempo: primero la hegemonía absoluta en la izquierda y, por tanto, el control de la oposición. Después, la búsqueda del Gobierno, no antes.

Podemos nunca quiso que Sánchez fuera Presidente. Pudo votarle cuando éste presentó su candidatura y no lo hizo, y cuando aparentó sumarse entusiasta a un posible Gobierno "del cambio" presidido por Sánchez, lo dinamitó con la esperpéntica puesta en escena de su candidatura a Vicepresidente rodeado de sus futuros Ministros. 

Iglesias sabía que quisiera Sánchez lo que quisiera (y algo de lo que estaba dispuesto a querer lo estamos viendo ahora, cuando se ha ido para volver) su Partido no iba a tolerar ni esos desplantes ni la forzada presencia de los secesionistas y sus referendums en el acuerdo de investidura.

- Rufián y sus conmilitones:
Si hay algo conocido de Rajoy es su reiterada actitud frente al secesionismo. Ni siquiera  intento decir que sea la posición correcta para salir del atolladero en el que estamos, pero, como digo, si algo ha repetido hasta el aburrimiento el PP es que la soberanía nacional no es negociable. 

Cabría, pues, esperar que lo más florido del tabernario verbo del número dos de ERC se lo dedicara a Don Mariano. ¿SÍ? Pues no: el tal Rufián arremetió con todo contra la Gestora del PSOE. No seré yo quien sirva de altavoz a los exabruptos del personaje, pero así fue. ¿Por qué?

¿Podría pensarse que ERC especulaba (o contaba) con que un PSOE con Pedro Sánchez a la cabeza podría haber llegado a algún género de entendimiento con ellos? Eso parece. Puede que no sea más que la apariencia, pero ¿en qué otra clave puede entenderse tal explosión de odio?

- Dime a quien aplaudes...
También en el capítulo de aplausos, parabienes y abucheos pasaron cosas significativas: de vuelta a sus escaños, el Profesor Iglesias felicitaba efusivo a personajes de la catadura moral del portavoz de Bildu y, desde luego, cómo no, al inefable Rufián.

Tiene derecho a hacerlo: cada uno es muy libre de elegir a sus amigos. Por lo que a mí respecta, incluso agradezco la oportunidad que nos ha brindado de darnos a conocer por quién se inclinan sus amores. En esta ocasión creo recordar que no los besó. Quizás otro día.

Como también es muy significativo la ambivalencia parlamentario-callejera del politólogo. Tampoco se lo voy a discutir. No será ético, pero tampoco es ilegal: quiero decir que no hay ningún precepto vigente que prohiba a un parlamentario, abandonar su escaño y salir a saludar a quienes acosan al mismo Parlamento del que él forma parte. Él lo dijo muy claro: no tiene demasiado respeto por la dignidad del Parlamento.

¡El Parlamento y El Pueblo! Durante generaciones añoramos un Parlamento y que el pueblo pudiera llegar a él. Luchamos porque éste fuera la encarnación visible de la soberanía popular. Lo conseguimos; se llama democracia formal. Ahora llegan cuatro profesores y nos dicen que eso sólo es así cuando a ellos les convenga y que, mientras tanto, lo que las urnas les nieguen tratarán de obtenerlo con la algarada callejera que es donde está la verdad. El resto ¡es Casta!

Dicho de otro modo: el Sr. Iglesias otorga a la democracia formal y su máxima representación, el Parlamento, un valor instrumental. Está ahí, montando pequeños circos en su escaño, porque puede servirle hasta que su camino y el de su Partido hagan inútil esa antigualla. No me digan que no se les ocurren ejemplos históricos de este tipo de comportamientos: llegar al Parlamento para terminar con él.

Cosas de su poliédrica personalidad: un día en las barricadas, al otro en la cátedra, al siguiente jaleando a quienes impiden hablar en la Universidad y, cuando al paso viene, se reclama a sí mismo como el único y verdadero socialdemócrata de este sufrido país.

Por el contrario, resultó consolador contemplar a tres cuartas partes de los diputados aplaudiendo la protesta del portavoz del PSOE contra los excesos verbales del ya citado Rufián.

Mi más sincero agradecimiento

Hay ocasiones en las que la tan denostada "Política" te regala alguna razón para la esperanza.

Caía la tarde, se acercaba la votación final, cuando desde la tribuna de oradores sonó una voz clara que fue desgranando unas cortas frases plenas de sensatez, de sentido común, de claridad de ideas. 

Parecía como si quien hablaba hubiera tenido el privilegio de hacerlo desde algunos escalones por encima de los demás lo que le hubiera permitido otear un panorama más completo de cuanto pasaba a su alrededor.

Tan claro tenía lo que quería decir que ni siquiera precisó de la ayuda de un papel. No es que no leyera, es que ni siquiera necesitó notas para desgranar sus ideas. Tal vez por eso, porque tenía ideas.

¡Qué lástima que quien hablaba no tuviera la menor oportunidad de influir decisivamente en el devenir más próximo de todos nosotros! Porque no hablaba en nombre de los grandes, sino desde la modesta representación de un pequeño Partido periférico. No importa: su intervención los hizo a los dos, a ella y a su Partido, un poco más grandes.

Gracias, muchas gracias, Doña Ana Oramas porque una vez más ha dado usted un ejemplo de lo que puede y debe ser un representante del pueblo soberano. A sus pies, Señora.

domingo, 9 de octubre de 2016

La arrogancia y el embuste

Las banderas de Pablo Iglesias

Mentiras flagrantes, medias verdades, maniobras de distracción, oportunismo, desfachatez. De todo este muestrario de lindezas ha hecho gala este fin de semana el escandaloso Profesor, Secretario General de Podemos, o de Unidos Podemos, o de como se llame hoy el confuso magma protestatario que oscila entre la vocación de algarada callejera y su apetencia por el Poder puro y duro.

Nada nuevo, por otra parte, pero llamativo. Se suponía que el Sanedrín de los nuevos Profetas habían convocado al Consejo Ciudadano -¿imaginación mía o la denominación transpira olores a Revoluciones dieciochescas?- para debatir cuestiones internas, quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos.

Así debió de ser, pero tal vez porque el Sumo Sacerdote de los anticasta no terminó por llevarse el agua a su molino, o quizás porque la ocasión la pintaban calva, el Profesor metido a mitinero, cargó con todo contra el maltrecho PSOE incurriendo en errores más propios de truhanes tabernarios que de quienes aspiran, dicen, a regenerar la política.

"Partido desnortado y en descomposición dispuesto a arrodillarse ante el PP", llamamientos a la dignidad de los Diputados y militantes del PSOE para desobedecer las inminentes decisiones del aún no celebrado Comité Federal, exhortaciones a la insurrección por parte de quien por sí y ante sí, ya se ha nombrado líder de la oposición de izquierdas al Gobierno de Rajoy. ¿Es ésta la esperanza de la izquierda española?

Recordemos el pasado reciente

Decía nuestro politólogo que el PSOE está a punto de entregar el Gobierno de la nación al PP por otros cuatro años. Podría ser cierto, como lo fue que el primer responsable en el tiempo de que no gobernara la izquierda fue PODEMOS.

Recordemos. Tras las Elecciones de junio, Rajoy declina presentarse como Candidato.  Antes de que ningún otro aspirante tuviera tiempo de nada, el Secretario General de Podemos escenifica la puesta de largo de su medio Gobierno compartido con el PSOE ¡sin haber contado siquiera con Sánchez! ¿Recuerdan el espectáculo? El futuro Vicepresidente, los futuros Ministros clave celebran su puesta de largo ante los atónitos espectadores.

Era Él, el Más Grande, el Elegido, el Nuevo Profeta el que iba a decidir quién sí y quién no tendría sitio en la Moncloa. Una provocación en toda regla, cuando, además, sabía que sólo la alianza adicional con los secesionistas harían viable el intento, y que esa alianza era una frontera insalvable para los socialistas.

El PSOE, como era de esperar, no entró al engaño. Al contrario, firma un acuerdo razonable para unos disparatado para otros con Ciudadanos y presenta a Pedro Sánchez como Candidato a Presidente. Fue la ocasión evidente de desalojar al Sr. Rajoy del Gobierno. Habría bastado con que quien hoy se atribuye la diadema de Príncipe de la Oposición le hubiera votado.

Pero no lo hizo. Claro que no. Él hablaba de otra coalición que sabía imposible, porque jamás quiso otra cosa que no fuera canibalizar a todas las fuerzas de izquierda. ¡Lástima! Las Elecciones siguientes le fueron menos propicias de lo que esperaba y siguió por detrás del PSOE. Ahora, más que nunca, era imprescindible que Pedro Sánchez siguiera aferrado al "no es no", porque en unas teóricas terceras Elecciones era impensable que los votantes no le penalizaran.

Penúltimo capítulo

No es el cuento de "La lechera", pero se le parece: roto en mil pedazos el gran referente de la izquierda española desde el 77, no es descabellado pensar que por la preclara mente del Profesor haya pasado la idea de que una mezcla de halagos y amenazas (de ahí el entusiasmo con que se corean las voces socialistas que siguen pensando que "no es no"; de ahí los vaticinios negros sobre alianzas locales y autonómicas a punto de saltar por los aires) puede llevar a la ruptura de la disciplina de voto a un cierto número de Diputados socialistas.

Si la jugada sale bien, algunos de estos disidentes podrían engrosar la bancada parlamentaria de El Pensador. Suficientes, tal vez, para coronarle como Opositor Mayor del Reino. Si sale mejor, tal vez Rajoy no obtenga apoyo suficiente para seguir en el Gobierno, habría terceras Elecciones y quién sabe, quizás PP más Ciudadanos no sean mayoría suficiente.

A partir de ahi...

Es de esperar que estos mismos razonamientos sean los del grueso de militantes y dirigentes socialistas.

Es de esperar que nadie dude de que el botín que se busca no es, siquiera, cerrarle el camino al PP, sino engordar a costa del hoy herido PSOE. Interesan los votos socialistas, los militantes socialistas y, por encima de todo, los Diputados socialistas.

Es de esperar que la militancia socialista y sus dirigentes pasen página cuanto antes, cierren heridas, recompongan la cohesión interna y dediquen lo mejor de sí mismos a mantener a su Partido donde ha estado desde el 77.





sábado, 1 de octubre de 2016


Un momento de reflexión imprescindible

¿No es no? ¿Siempre? ¿Y si terminara siendo sí?

Debo reconocer que "No es no" es todo un hallazgo. Un grito de guerra, un lema de campaña, claro, sencillo, sin vuelta de hoja, como pura tautología incapaz de esconder dobles interpretaciones. Es, además, corto, sonoro, rotundo, fácil de recordar; ideal para ser repetido hasta la saciedad, coreado sin necesidad de mayores análisis.

¿Seguro que es así? Veamos: doy por supuesto que la versión extensa del lema quiere decir, más o menos, que el PSOE no va a consentir ni con sus votos ni con su abstención que el Sr. Rajoy continúe cuatro años más en la Moncloa. No sólo se entiende, sino que tiene su lógica.

Hay, no obstante un pequeño problema: para que el Sr. Rajoy pierda la Presidencia del Gobierno, otro la debe ocupar. El Sr. Sánchez, se supone. ¿Cómo? Él habla de fuerzas del cambio y de "transversalidad", lo que en tiempos se llamaba "interclasismo". 

El desideratum sería una triple alianza PSOE, Podemos, Ciudadanos. Admitamos a los puros efectos dialécticos que los dos primeros Partidos están de acuerdo. (Es mucho admitir, pero concedámoslo). ¿Cuándo ha cambiado Ciudadanos de opinión? Rivera e Iglesias ni quieren ni pueden ir en el mismo lote, luego el juguete no funciona.

¿Hay alternativa? Matemáticamente, sí, políticamente, no. PSOE, más Podemos, más Secesionistas, más los que quieran sumarse, reunirían votos suficientes. ¿Lo admitiría el PSOE actual? Si no recuerdo mal, el mandato del Comité Federal excluye el independentismo. ¿Entonces?

Lo que enunciaba en la pregunta: podría resultar que el no a Rajoy nos llevara directos a las terceras elecciones. Que levante la mano el que crea que esa tercera cita electoral la ganaría el PSOE. Por lo que a mí se refiere, creo que PP y Podemos ganarían escaños, Ciudadanos no me atrevo a pronosticar su resultado, pero vería de nuevo perdedor, más aún que en citas anteriores al papá de "No es no". O,sea, que votar no conllevaría la victoria del PP.

Hay un tiempo para el derecho y otro para la Política.

En estos últimos días parece que una buena parte de los argumentos a favor y en contra de quienes están en cualquiera de las banderías que desangran al PSOE tienen como razón de ser lo que dicen o dejan de decir los Estatutos del Partido y sus más que variadas interpretaciones.

Todos parecen haber olvidado que la virtualidad de los Estatutos, como la de cualquier Norma o se basa en el compromiso previo de su aceptación por todos los afectados o en la posibilidad de someter las diferencias a un organismo decisorio, sea interno -si previamente se acepta por las partes- o externo al colectivo.

En la actual encrucijada, parece obvio que, hoy por hoy, falta el compromiso y, espero, no parece que ni unos ni otros estén pensando en someter sus diferencias a una esperpéntica decisión judicial, como la que hace años, vivir para ver, llevó a la CNT ante los Tribunales.

Es el momento en el que la Política ha de reclamar su espacio. Es decir es el momento del debate a fondo, sin teatrillos ni alharacas, de la transacción, del consenso. Es imprescindible recuperar, hoy mejor que mañana, viejos conceptos como qué es un Partido, para qué sirve, cuáles sus señales de identidad, cómo ha de relacionarse con España, qué rumbo ha de seguir no para ganar este pulso interno, sino para volver a ser algo que ahora, a corto plazo no lo es: una alternativa de Gobierno.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La prodigiosa máquina de perder votos

Hubo un tiempo en el que nada era fácil.

España vivía los estertores de una época en la que la disidencia, en el mejor de los casos, se castigaba con la pérdida de la libertad. Pese a todo, gentes curtidas en la clandestinidad, con años de cárcel a sus espaldas, rodeados del aura que proporciona el riesgo constante, intentaban monopolizar la oposición de izquierdas al Régimen. Eran las gentes del Partido Comunista.

También fuera del sistema había un cierto galimatías de siglas que de una u otra manera portaban las banderas del socialismo. Tal vez sólo tuvieran en común la idea de que la España que había de llegar iba a necesitar un Partido Socialista (uno, no nueve) fuerte, unido, disciplinado, hermano de las grandes formaciones de la Internacional Socialista.

Y hubo una generación entusiasta, clarividente y disciplinada que lo consiguió: liquidó los restos del sector histórico anclado en un pasado irrepetible; aglutinó sopas de siglas bajo las históricas y más bien que mal, borrada la Dictadura del mapa, llegó a la primera cita con las urnas de la que salió como la segunda fuerza política española y, desde luego, como la cabeza visible de la izquierda y, por el momento, de la Oposición.

No siempre acertaron.

Ni ellos, ni nadie, pero fueron una de las claves que dieron a luz la Constitución que más ha durado en nuestra tierra. No era su Constitución, ni la de nadie: era la de todos. Tuvieron que dedicar horas, días, semanas a negociar con gentes a las que poca o ninguna simpatía procesaban, pero entraron en la Historia pensando primero en España y luego en el Partido. No recuerdo que pensaran en ellos.

Y siguieron adelante.

Gobernaron España, según algunos con acierto, según otros, traicionando sus principios. Pero seguían siendo el Poder o su alternativa. Volvieron a ser oposición, y otro día sus sucesores volvieron al Gobierno. En estas andaban cuando una crisis mundial, aún hoy insuficientemente explicada, se los llevó por delante.

No fue España una excepción. Las mismas fuerzas que desencadenaron el cataclismo se alzaron con el santo y la peana y, con algunos matices a uno y otro lado del Atlántico, se dedicaron a convencernos de que ganábamos demasiado, teníamos demasiados médicos, demasiados maestros, demasiados derechos y demasiado bienestar. Durante años acumularon tal poder que nadie parecía poder oponérseles

Luego, el panorama cambió.

Grupos airados, indignados por tanto abuso, tanta corrupción, tanta desfachatez, primero tomaron las calles y más tarde  se medio organizaron al modo y manera de los Partidos a los habían declarado dignos de los museos de la Política. Nació también algún otro Partido semejante al que estaba en el Poder, pero con el ánimo de hacer de la honradez bandera.

Mientras tanto, en un escenario favorable (la calle bramando contra la gran formación de la derecha, los secesionismos periféricos envalentonados por la abulia crónica del mascarón de proa del Gobierno, la nueva izquierda bullente pero sin organización) el viejo Partido Socialista entró en bucle.

Dijérase que el candidato socialista estaba de surte. No tiene delante al hombre que pilotó la Transición, ni al correoso tercer figurante de las Azores, sino al más romo, menos carismático y más agobiado por escándalos diarios de corrupción que pueda imaginarse. No encandila ni a los suyos, pero le sobran recursos para sacar muchos más votos que su contrincante. 

Pese a todo, se puso muy contento porque entre los conservadores y él, no había nadie. Un líder manifiestamente incapaz de articular un discurso político coherente capaz de arrastrar a los descontentos y de contener a los activistas que tenía enfrente, perdió unas elecciones que, no obstante aún le dejaban mucho margen para la acción inteligente a largo plazo.

Obsesionado por llegar al Poder, perdió la oportunidad de vender carísima su abstención, dejar sentadas las basas del futuro a medio plazo y ejercer una oposición implacable. Perdió la ocasión de ser un estadista a cambio de no lograr, tampoco, ser Preboste. Su posición hubo días que tuvo ribetes hirientes, como cuando alguien anunció qué Ministerios exigiría para darle su apoyo.

Y llegaron peores tiempos.

El nuevo líder se precia ahora de no hablar con quien cada vez que hay elecciones se le aleja más. Repite una y otra vez ¡"No, es no"! ¡"Tenemos que unir las fuerzas del cambio"! y poco más. Su programa es cada vez más magro: ya parece que sólo tiene un punto, a saber: que no gobierne el Partido que una y otra vez lo deja en la cuneta.

Éramos pocos y parió la abuela. Dos nuevos procesos electorales, dos más, y la máquina de perder votos ve cómo en el País Vasco pierde 7 de 16 escaños, mientras en Galicia su oponente en la izquierda le sobrepasa en votos y escaños ¿Se puede hacer peor? Sí, por supuesto que sí. Todo depende de lo que ronde por las entendederas del Líder. El más somero ejercicio de autocrítica, le llevaría a la dimisión, pero no hay rastro de tal evento.

De lo que se trata ahora no es de pensar en España, ni siquiera ya en echar al Presidente del Gobierno de la Moncloa a costa, si preciso fuere de pactar con Satanás, sino de manejar los entresijos reglamentarios y estatutarios del Partido para acallar la disidencia interna y continuar arrastrándose hasta quién sabe cuándo, terceras, cuartas, quintas elecciones, porque "no, es no".

Ya está bien.

España necesita, sigue necesitando un gran Partido Socialista, capaz, cuando los ciudadanos le otorguen su confianza, de reducir las enormes brechas creadas en estos últimos años.

España necesita una fuerza de izquierdas que defienda sin complejos la soberanía nacional, y, llegado el caso, que sea capaz de afrontar los imprescindibles cambios de una extraordinaria Constitución, que, pese a todo, no es eterna.

España necesita un Partido respetable y respetado, dispuesto no sólo a la confrontación, sino, también al diálogo, en el que quepa, cómo no, antes que nada el imprescindible debate interno.

Y aunque sólo sea una opinión, creo que quien impida todo esto, debe prestar su último servicio al Partido Socialista Obrero Español: DEBE MARCHARSE A SU CASA.