lunes, 1 de diciembre de 2014

El pequeño Nicolás no es el problema.
 
Dicen que hizo.
 
Cuentan que saludaba al Rey Juan Carlos. Se dice, incluso, que era el Monarca quien llegó a llamarle alguna vez.
 
Lo hemos visto fotografiado al lado del ex Presidente Aznar, y de la ex Presidente Aguirre, y de la Alcaldesa Botella, que algún día también será ex.
 
Se le ha grabado compartiendo mesa o micrófonos con lo más florido (aunque no lo más decente) del empresariado patrio.
 
Se dice que llegó a mediar entre instancias españolas, madrileñas, para ser más precisos, y cierto fondo de inversiones chino en procura de cataplasmas aliviadoras del fracaso del Eurovegas castizo.
 
Todos le hemos observado saludando al nuevo Rey, desfilando ante Sus Majestades, con más gracia, donaire y soltura, por cierto, que la mayoría de loa que compartían con él fila y reverencia.
 
Hemos leído que se hizo pasar por casi todo lo que se le ocurrió: Asesor en la Moncloa, Agente de los servicios de Inteligencia del Estado, mediador de todo, conseguidor de lo que fuera preciso.
 
¡Y, ahora, nadie le conoce!
 
Déjenme que les diga mi particular punto de vista. Lo malo no es que este jovenzuelo descarado haya hecho todo y más de lo que se le achaca. Nada ha temblado en el país, ningún valor patrio se ha tambaleado, nuestros escasos caudales no han sufrido merma, la prima de riesgo no ha acusado el "Efecto Nicolás", ni la Bolsa se ha derrumbado. En buena lógica, todo debería terminar en breve tiempo con la asunción de las responsabilidades que correspondan, sin dar mayor importancia al suceso.
 
Pero... Este país no anda sobrado de sentido del humor. La Soberana británica puede un día enterarse de que se ha colado en Palacio un gracioso que se había jugado unas pintas de cerveza con unos colegas a que era capaz de hacerlo, sin que tiemblen los cimientos de la Commonwealth, pero esto es España.
 
Me temo que lo que no se va a perdonar al pequeño Nicolás es que ha dejado en evidencia, en ridículo, que es peor, mucho peor entre nosotros, a tanta gente, tantas Instituciones, tantos protocolos, tantas medidas de seguridad,que su futuro es negro, muy negro.
 
Ninguno de los sorprendido va a zanjar la cuestión con una carcajada y una invitación al Pequeño Nicolás. Negarán lo evidente, y con voz campanuda y gesto adusto reclamarán que caiga sobre él "todo el peso de la Ley". Me temo que lo conseguirán.
 
¿Y por qué no aprovechamos sus dotes?
 
¿De verdad pensamos que es más dañino que el Sr. Rajoy?
¿Creemos que pueda hacernos más daño que el Sr. Sánchez?
¿Ha tenido algo que ver con la trama Gurtel, o con el asunto de los ERE's, o con la inauguración de alguno de esos aeropuertos en los que nunca hubo aviones?
¿Ha introducido el ébola en España?
Puestos en el dilema ¿Elegiríamos al Pequeño Nicolás o a Pablo Iglesias?
¿Quién nos inspira más confianza, la Alcaldesa o la ex de la Comunidad de Madrid, o el ex representante de la Patronal Madrileña, con lo que se les podría reclamar a cada uno de ellos, o este sorprendente veinteañero que se ha quedado con todo el personal?
Porque si todos los que han compartido foto con él se han dejado engañar ¿son tan dignos de confianza?
 
Perdón, se me olvidaba que ninguno de los citados, y menos los servicios de inteligencia, han tenido nunca ningún contacto con él. Pasa como con la llegada del hombre a la luna: fue retransmitido por televisión, pero ¿seguro que no fue un montaje? 
 

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