lunes, 27 de enero de 2014

viernes, 24 de enero de 2014

 
 
Gracias por su sinceridad, Herr Dekkers
 
¿Quién es este Señor?
 
Marijn Dekkers es un hombre importante, dentro de una empresa importante, puntera en un sector importante. Herr Dekkers es el Consejero Delegado de la cuasitodopoderosa empresa farmacéutica BAYER, así que, de vez en cuando, conviene escuchar sus palabras.
 
Una frase memorable
 
"No creamos este medicamento para los indios, sino para los occidentales que pueden pagarlo".
 
 
El contexto.
 
Herr Dekkers se hallaba en la India discutiendo con las autoridades sanitarias del país las particularidades de la cobertura del régimen de patentes hindú aplicable a uno de sus últimos medicamentos, el NEXAVAR.
 
NEXAVAR es un anticancerígeno de última generación aplicable en los tratamientos de cáncer de hígado y riñón. No me consta, pero doy por supuesto que ha de costar un riñón, de los sanos, se entiende.
 
La regulación de patentes hindú permite seguir investigando a partir del producto patentado lo que favorece la aparición de genéricos, reduce la duración de la patente y termina por provocar una bajada de precios en los medicamentos patentados. En definitiva, entre la salud de sus más de mil millones de habitantes y los beneficios de las multinacionales farmacéuticas, el sistema hindú opta por la primera.
 
En resumen:
 
Muchas gracias, Herr Dekkers, por su sinceridad. Hasta oírle, podría haber quien pensara que su conocida empresa tiene como objetivo mejorar la salud del género humano, otros más prosaicos tal vez creyeran que ustedes se dedicaban a producir medicamentos, sin entrar en profundidades. No es así.
 
Leyendo a Herr Dekkers, es evidente que el objetivo de Bayer es ganar dinero vendiendo medicinas a quien pueda pagarlas. Eso será bueno o malo, que no seré yo quien pretenda extender certificados de buena conducta, pero es lo que es. 

martes, 21 de enero de 2014

 
 
El quinto jinete del Apocalipsis
 
 
 Dice OXFAM:
 
 Los ochenta y cinco hombres más ricos del mundo poseen las mismas riquezas que los tres mil seiscientos millones de congéneres más pobres.
 
Los veinte españoles más ricos, tienen lo mismo que el 20% de los más pobres del país, o, lo que es igual, su riqueza equivale a la de los nueve millones y medio de ciudadanos más pobres de España.
 
Y a mí se me ocurre que:
 
No importa cuál sea el modo de pensar de quien lea la noticia, ya sea de derechas, de izquierdas o de ninguna de las dos cosas; no importa que sea cristiano, musulmán o agnóstico; blanco, negro o amarillo, incluso si está dentro del grupo de los privilegiados, tiene que saber que es algo escandaloso. Podría sumar cuatro, catorce o cuarenta adjetivos más, pero no añadiría nada. Hay veces que una noticia escueta es de tal calibre que no hace falta calificarla.
 
Dentro de ese grupo de poderosos, los hay que gastan sesenta millones de € en la boda de una sobrina (caso del magnate del acero indio que casó a su "parienta" en Barcelona hace poco tiempo), hay quienes compiten por tener (o ser tenidos) por el más grande, lujoso y extravagante yate de los mares, otros prefieren comprar un par de islas, y tampoco falta quien dedica una pequeña parte de sus monstruosas ganancias y posesiones en "ayudar" a los demás.
 
Desde mi punto de vista, a los primeros casos no hace falta dedicarles más tiempo. Es posible que acaben muriendo en sus camas o puede ser que alguna revuelta de famélicos enfurecidos termine por hacerles picadillo. No sería el primer caso, aunque yo me inclinaría más por la primera posibilidad. La Historia lo avala.
 
En cuanto a los segundos, los mecenas, los caritativos, los benefactores, las cumplidas informaciones sobre su proceder, sistemáticamente difundidas por sus servicios de imagen y relaciones públicas, ni añaden que sus dádivas reducen sus impuestos (o sea, que son los contribuyentes que cubren sus desgravaciones quienes nutren sus benéficas fundaciones) ni que en el origen de sus caudales hay mano de obra infantil, trabajo en condiciones infames y corrupción a mansalva de Gobiernos complacientes.
 
No se trata, por tanto de qué hacen con su dinero después de llegar a sus manos, sino de dónde y cómo lo han ganado, de cómo es posible mantener un sistema de producción de bienes y servicios que permite llegar a estos resultados. ¿Somos conscientes que esos 85 superpotentados podrían terminar con el hambre del planeta en una sola generación? ¿Nos parece normal que los 20 españoles más ricos tengan más dinero que todos los desempleados del país más otros cuatro millones de compatriotas?
 
Cosas que oigo a veces.
 
Crean riqueza.
Cierto, y se la quedan ellos. Crean empresas y puestos de trabajo, pero ¿Cuántas y cuántos destruyen por el camino? Se cierra una fábrica en Monforte de Lemos, un taller en Rodrigatos de la Obispalía, dos más en Don Benito y se levanta una fábrica en Extremo Oriente en terrenos donados por el Gobierno que toque, donde han de trabajar mujeres y niños a costes ridículos y en condiciones lindantes con la esclavitud.
 
Si no fuera por ellos, en esos países del Tercer Mundo, estarían peor.
Difícil, pero posible. Pero hay una alternativa, aún en esas zonas perdidas: mejoren las condiciones de trabajo de sus empleados, cuiden de su salud y páguenles más. Ustedes, señores miembros del Club de los 85 o de los 20, ganarán menos, pero seguirán siendo ricos, muy pero que muy ricos y algunos millones de congéneres descubrirían cada mañana la alegría de estar vivos.
 
Así es el mercado. Cualquier alternativa es peor.
¿Seguro? No me digan que otras experiencias han terminado como el Rosario de la Aurora. Eso sólo demostraría que esos intentos tampoco han salido bien. Y, de paso, eso de que "así es el mercado y que cualquier alternativa es peor" ¿se le ha ocurrido a usted o lo ha oído? Lo ha oído ¿verdad? Recuerde a quién. No me lo diga. Usted debe saber que los Gobiernos de eso que solemos llamar "Occidente Cristiano", o "Primer Mundo", o como le dé la gana (ya sabe de qué y de quiénes hablo) son meros gestores de los intereses económicos del Club de los Ochenta y cinco, o del Club de los Veinte. Y sino, fíjese en el nacimiento, desarrollo y desenlace de la tristemente famosa crisis. Ellos estuvieron en el origen, se aseguraron de que los Gobiernos harían pagar los costes a las clases medias y obreras y están saliendo de la crisis mucho más ricos que cuando empezó.
 
Son los efectos de la Globalización. Es un proceso imparable.
Se globalizan los mercados, pero siguen parcelados los Centros de Decisión Política. Es lo que a ellos les conviene. Así cada vez que alguno de ellos se decide a invertir no importa dónde, se legislará a su conveniencia, con el argumento, de que "mejor eso que no que se lleve su dinero a otra parte". De manera que, al final, un jubilado español, o belga o alemán, paga más impuestos, hablo sin exagerar ni tanto así, que el dueño de Microsoft, ése que tantas Fundaciones mantiene, o que la mujer más rica de España, la que se dice que cultiva sus propias patatas. De los jubilados malineses no hablo, porque allí todos mueren antes de los 65. ¿Cuántos banqueros han terminado en la cárcel por al daño causado a la Humanidad estos últimos siete años? Que yo recuerde, uno nada más: el tal Madoff que, ya es casualidad, fue el único al que le dio por estafar a sus colegas, y eso sí que no se puede consentir.
 
¿Qué podemos hacer?
 
No lo sé. De veras que no lo sé, porque, en caso contrario, no estaría aquí escribiendo como un ingenuo estas tontas reflexiones. Habría ido allí donde mi ayuda valiera para algo. Lo que sí sé, es que si la situación no se remedia, esta civilización de la que estamos tan orgullosos tiene sus días contados. Y los tiene, entre otras cosas, porque cada uno de los 85 y de los 20, lo sabe pero piensa que a él no le va a tocar verlo.
 
 
 


martes, 7 de enero de 2014

En el nacimiento del 2014

¿Feliz 2014?

  La noche de fin de año del 2013, me sorprendió en Munich paseando por la margen derecha del canal que va desde el Palacio de Nymphenburg hasta el Pabellón del Cazador. Íbamos mis cuñados Carolina y Juanjo, residentes en la vieja München desde hace demasiados años como para dar noticia exacta del dato, mi mujer y yo, atentos a cuanto pasaba a nuestro alrededor. Terminaba un año para olvidar. Aquí y allí.

  Una temperatura más propia de climas mediterráneos que de la que cabe esperar en Baviera en diciembre, ausencia total de viento, cielo estrellado y apenas algunas finas láminas de hielo en ciertas zonas del canal, invitaban a un paseo tranquilo. Cientos, miles tal vez, de muniqueses, se habían acercado como cada año a quemar sus fuegos artificiales, sus bengalas, sus tracas, al borde mismo del agua. A medida que se acercaban las 12 de la noche, se incrementaban las luces de cien colores reflejadas en el canal, los estampidos de centenares de cohetes, petardos y cuantos artilugios ha sido capaz de producir la industria pirotécnica. Aumentaba también el consumo de cerveza, de vino, de champán. El momento exacto del cambio de año no necesitó de campanadas. Cientos de relojes indicaron el momento de la apoteosis final. El cielo se cuajó de luces y el aire de olor a pólvora quemada.

  Quince minutos después, apenas algún estallido aislado nos indicó que era la hora de emprender el retorno. 

  En algún momento, me dio por pensar que era una buena ocasión para desear todo aquello que me gustaría que ocurriera en el nuevo año. ¡¡Feliz 2014!! Un tópico que se repite, que repetimos, que nos repetimos unos a otros, año tras año, para verificar 365 días después cuán vana era nuestra ilusión de hacía un año.




¿Qué pedir?

  Soñar es gratis, y tener buenos deseos también. 

  ¿Por qué no pedir a lo grande? ¿Por qué no anhelar que dejemos de matarnos unos a otros como auténticos suicidas? ¿Por qué no querer que las creencias en un Dios o en otro, o en versiones distintas del mismo Dios, o la falta de creencias, deje de ser razón para degollar al vecino? ¿En qué clase de Dios hay que creer para estar convencidos de que a los ojos de ese Ser es agradable la muerte de un semejante? 

  ¿Por qué hay que obstinarse en mantener que hay un sexo que tiene derecho de vida y muerte sobre el otro? ¿Cómo es posible que los machos olviden que los parió una hembra?

 ¿Cuándo aprenderemos que una frontera nunca une, que no es más que una raya convencional pintada en un mapa, que ha cambiados de lugar docenas de veces a conveniencia de quienes viven de embaucar crédulos? Recordemos a Albert Einstein "El nacionalismo es la enfermedad infantil de la Humanidad". ¿Entenderemos algún día que una bandera no es más que un paño de colorines, algunas veces inventada para la ocasión y que jamás valdrá una vida humana?

  Reflexionaba yo sobre evidencias tan palmarias como que, pese a los miles de millones de habitantes que ha llegado a haber sobre La Tierra, ésta aún es capaz de albergar ¡y de suministrar alimentos! a bastantes miles de millones más de semejantes, y que si nos diera por ordenar nuestros valores de forma racional habría suficiente para todos. Tan sencillo como poner por delante del beneficio, el derecho a la vida. Y me dio por desear, además, que 2014 sería un buen año para emprender la lucha contra el hambre. 

  Y contra la enfermedad, que si hemos sido capaces de llegar a la luna y trasplantar un montón de órganos, no debería ser tan difícil descubrir el remedio, los remedios, para enfermedades terribles que se ceban en quienes no tienen dinero para comprar las medicinas que podrían salvarles, y que tal vez por eso, porque nunca serían rentables, no llegan a descubrirse.

  Así, siguiendo el hilo de mis pensamientos, caí en la cuenta de que para que mis deseos se hicieran realidad, habría que acabar con demasiadas cosas. La intolerancia, la codicia, el ansia de poder, la mentira tendrían que ser erradicados. ¿Cuántos que lo han intentado no han terminado por dar con sus huesos en el manicomio o en el patíbulo, a manos de quienes dicen defendernos?






Habrá que ser más modestos.

  Así que me dije que por mucho empeño que pusiera, difícil iba a ser que se cumplieran mis deseos. Tal vez, si sólo me limitara a España...

  Otra vez parecidas dificultades. ¿Qué milagro sería preciso para que nuestra clase política cumpliera con su obligación? Tampoco es mucho pedir: honradez, trabajo, veracidad y tolerancia. Bastaría con que recordaran sin reírse que nos deben sus puestos y sus sueldos, y que actuaran como dijeron que lo iban a hacer. Todos.

  Luego recordé que sin mentiras resultaría imposible seguir adelante con los despropósitos. En una época en que es imprescindible ir hacia unidades geopolíticas cada vez mayores, ¿cómo se puede alentar la división sin mentir? Ahora, cuando más necesaria es la solidaridad ¿por qué asistimos estupefactos al patético espectáculo de debates miserables en los que el único argumento, el que todo lo tapa, es  "y tú más" ? El interés general no cuenta, se predica el consenso pero se busca la adhesión. Se habla del "bienestar de todos los españoles", pero se defienden los sacrificios de los demás como el único camino para mantener o aumentar los propios privilegios.

  En la noche de Año Nuevo soñaba con un país en el que la clase dirigente fuera intachable, los banqueros prestaran dinero (¿será posible que esto sea tan difícil, cuando es la esencia misma del negocio? No: ahora los Bancos piden prestado dinero barato a algo que creo que se llama Banco Central Europeo y compran deuda pública española que paga intereses ocho veces superiores, deuda que será devuelta con cargo a nuevas emisiones a pagar por las próximas generaciones).Recordaba el tiempo en el que los Sindicatos se dedicaban a defender los intereses de la clase trabajadora, las organizaciones empresariales decían alguna verdad de vez en cuando y los ciudadanos pagaban sus impuestos aunque no les gustara,  etc., etc.
  
  O sea, que tampoco estaba ya muy seguro de que el 31 de diciembre de 2014 España hubiera avanzado demasiado.

Al menos, esto es posible.

  ¿Y si cada uno de nosotros nos comportáramos como si fuéramos los únicos responsables de cuanto está pasando? Seamos cordiales con quienes tenemos cerca, ayudamos en lo que podamos a quienes sepamos que están al borde del colapso. Dejemos de odiar a quienes no piensen como nosotros, o tengan un color distinto al nuestro. Admitamos que no siempre son los otros lo que tienen la culpa de todo. No emprendamos guerritas domésticas que puedan ser evitadas con una sonrisa a tiempo, cumplamos con nuestras obligaciones cívicas y, eso sí, no dejamos de quejarnos de los desmanes de los que tengamos noticia cierta. Hagámoslo donde debe hacerse, que caminos hay, aunque sean estrechos y dudemos de su eficacia.

  No sé hasta dónde llegaremos, pero, visto lo visto, tampoco creo yo que dentro de un año, si seguimos este camino, podamos estar peor que ahora.

¿Feliz 2014, amigos, ahora sí!